Es curioso, a los ordenadores siempre se les ha considerado "máquinas tontas". Manipulaban datos (de ahí el término francés "
ordinateur" que les da nombre), realizaban cálculos (la alternativa anglosajona, "
computer", mucho más acertada) y poco más.
Todo cambió hace apenas un lustro cuando algún avispado director de marketing decidió incorporar la palabra "
smart" (listo, inteligente, rápido, elegante pero también escozor o dolor) a su catálogo de productos. Fue un pequeño despiste; en realidad quería decir que nos iba a poner una de esas "máquinas tontas" en la palma de la mano.
Si los fabricantes de móviles ("
smart phones", perdón) se afanan por minimizar un ordenador, los de televisores ("
smart TV", perdón de nuevo) luchan por ocultarlo, haciéndonos creer que hemos comprado otra cosa cuando, en realidad, hemos puesto un ordenador en el salón.
Sin embargo, nadie habla de "
smart labtops" o de "
smarts tablets", como digo, cosas del marketing.
El hecho es que ninguno de estos dispositivos, ordenadores con diferentes camisas, tiene un ápice de inteligencia. A pesar de ello, se están produciendo avances acelerados en
Inteligencia Artificial que podrían alterar esta situación.
SMART MINSKY
Si alguien se merece esta calificativo es, sin duda,
Marvin Minsky, uno de los fundadores de la Inteligencia Artificial, disciplina que nació oficialmente en la famosa
conferencia de ciencias de computación celebrada en el Darmouth College en 1956 (
aquí podéis ver una entrevista que ha concedido recientemente en la que comenta su visión sobre los avances en IA que se están produciendo recientemente).

Acompañaban a Minsky genios de la talla de
John McCarthy (fue él quien acuñó el término Inteligencia Artificial y, más recientemente, Cloud Computing),
Allen Newel (autor del lenguaje IPL y de interesantes trabajos sobre la teoría cognitiva) o
Herbert Simon (además de todo, premio Nobel en Economía).
Ese día los ordenadores dejaron de ser calculadoras para convertirse en máquinas que, potencialmente, llegarían a equipararse con el cerebro humano. Comenzaron así dos décadas de investigación básica encaminada a modelar las funciones mentales superiores y diseñar sistemas capaces de aprender de la experiencia.
Se concibieron los primeros
sistemas expertos que aplicaban un conjunto de reglas heurísticas para tomar decisiones (los sistemas más avanzados podían incluso generar nuevas reglas a partir del conjunto inicial). Les siguieron las
redes neuronales que sustituyeron la algoritmia lineal por un proceso no-determinista capaz de aprender de los errores y los
algoritmos genéticos en donde las potenciales soluciones a un problema luchan sin piedad por sobrevivir en un proceso de selección artificial; una idea brillante de
John Henry Holland inspirada por otra aún más colosal de Charles Darwin,.
En paralelo, prometedoras
teorías cognitivas (sobre la forma en que las personas adquieren y generan nuevos conocimientos) se fueron desarrollando en un entorno cada vez más optimista. El propio Minsky llegó a afirmar que “
en una generación, el problema de crear inteligencia artificial estaría básicamente resuelto”.
Pero, como el propio Minsky supo reconocer, se equivocó.